Es como una gran nube
que se levanta en el mundo
y termina por cubrirlo.
Esta nube benéfica está cargada de humedad,
el relámpago brilla y destella
y el sonido del trueno reverbera a lo lejos,
motivo por el cual la multitud se regocija.
Los rayos del sol se velan y se ocultan,
una clara frescura se posa sobre la tierra,
masas oscuras descienden y se expanden,
casi se pueden tocar.
La lluvia cae por todas partes,
desciende en los cuatro puntos cardinales.
No es posible medir su flujo y saturación,
que alcanzan cada punto de la tierra,
las barrancas, los valles de las montañas, las corrientes,
los sitios remotos y aislados donde crecen
plantas, arbustos, hierbas medicinales,
árboles grandes y pequeños,
centenares de granos, germen de arroz,
caña de azúcar, viñedos.
La lluvia lo baña todo,
a nada le falta su porción de agua.
El terreno se empapa parejo en todas partes,
plantas y árboles lucen exuberantes.
Lo que de las nubes cae es agua de un solo sabor
pero las plantas y los árboles, los matorrales y los bosques
toman cada uno la humedad que necesitan de acuerdo con sus dimensiones.
(Burton Watson, traductor, The Lotus Sutra, Columbia University Press, Nueva York 1993, pp. 100-101)